Sobre los desprendimientos rocosos de las laderas calcáreas, las arcillas tienen partículas de carbonato de calcio (calcáreo) con gelifractos. Los suelos, muy básicos, producen vinos densos y estructurados, con capacidad ilimitada de añejamiento.

El terruño está de moda. Sobre todo, los «grandes terruños»… ¿Quién no tiene uno? ¿Quién no dice tenerlo? En Le Clos des Fées, nuestra decisión de trabajar en este rincón olvidado del Valle de Agly es, ante todo, la historia de una atracción por un mapa geológico.

Es un gran folleto colorido que solo entienden los geólogos profesionales. Pero permite, con una sola mirada, darse cuenta de la fantástica diversidad geológica de esta región del planeta. Tal diversidad, solo se encuentra en Alsacia y en Madagascar. A estas variedades de piedras y de tierras, se unen las distintas exposiciones. Las laderas orientadas al norte, en invierno solo ven el sol durante algunas horas. En cambio, otras que se encuentran en pleno sur, podrían albergar cultivos tropicales si no fuera por la sequía, a veces terrible. En una superficie de pocos kilómetros, subimos más de 350 metros. En estos terruños, nunca se empieza a cosechar antes del 15 de octubre. ¿Dijo «mediterráneo»?

En la parte alta de algunas laderas de Tautavel, hay suelos de arcilla roja de origen aluvial con gran proporción de cantos rodados, del estilo de los de «Châteauneuf-du-Pape». Los suelos ácidos aportan una concentración excepcional a la Monastrell.

¿Cómo hacer revivir los suelos? No tenemos intención de criticar a nuestros predecesores. Sin herbicida, se habrían eliminado todas las viñas de laderas: en 15 años, la región de Rosellón perdió 15 000 hectáreas de Cariñena viejo en laderas.

Si subsisten algunas aquí (Rosellón posee el mayor porcentaje de viñas viejas de Francia), es gracias a su valentía. Solo los ancianos siguen teniéndola. Durante toda su vida, cultivaron estas terrazas escarpadas («Ribes»): plantaron, hicieron injertos, araron con caballo y trabajaron con el «bigo», que es la herramienta tradicional de dos dientes.

Cuando es posible, tratamos de revitalizar los suelos abonando con estiércol de caballo, con labranza sustentable, usando productos suaves. En algunas parcelas, es relativamente fácil. En otras, siempre lo intentamos.

Las margas de esquisto del cretáceo dan suelos negros que permiten que la viña se arraigue en profundidad. Este es el reino de la Garnacha tinta. Terruño precoz por excelencia, en Le Clos des Fées es el primero que se cosecha.

Las viñas de la finca son conducidas con técnicas sustentables. O, mejor dicho, con técnicas inteligentes… Cada una de las 112 parcelas es observada varias veces por semana para decidir en forma sensata qué tratamientos aplicar (o no aplicar), según el umbral de tolerancia de cada enfermedad.

Según las variedades y las distintas exposiciones, algunas parcelas casi no reciben tratamiento, otras, un poco más, lo que significa cinco pulverizaciones de azufre contra el oídio y una de cobre contra el mildiu. En más de la mitad de la finca, la confusión sexual da buenos resultados en la lucha contra la clysia ambigüela y la lobesia botrana.

Los niveles de cobre esterilizantes, que cada vez se observan más en las regiones húmedas, no son habituales aquí. El clima, seco y ventoso, nos permite utilizar materias activas en dosis menores o con menor frecuencia.

Sobre un zócalo de piedra caliza arcillosa, las capas de esquisto y esquistos de mica de color rojo oscuro de la Petite Sibérie, tienen una gran riqueza en hierro. A unos metros, una antigua mina de hierro estuvo en funcionamiento hasta fines de 1940.

¿Cómo podemos hacer para que un gran terruño se exprese? Recuperar los métodos ancestrales no significa rechazar las técnicas modernas. Es, por ejemplo, utilizar las últimas investigaciones sobre las micorrizas con las cuales sembramos las primeras parcelas en 1999. Presentes en el suelo en forma natural, pero destruidos por años de prácticas de cultivo inadecuadas, algunos microorganismos, llamados endomicorrizas, viven en simbiosis con las raíces. El micelio externo del hongo actúa como un sistema radical complementario, aumenta en enraizamiento, mejora la nutrición y refuerza el sistema inmunitario de la planta. Con 40 hectáreas de viñedos en proceso de producción, la finca mantiene un ecosistema de protección de más de 100 hectáreas, que reúne landas, barbechos, bosques y setos, y un conjunto importante de construcciones autóctonas típicas. Aquí, la biodiversidad no es tan solo una fantasía: es concreta, práctica y activa.

Gneis magmáticos, gneis precámbricos, granitos de extrema pureza, los suelos de Lesquerde producen Syrah muy especiados, de extrema fineza, cuyo gusto de «mina de lápiz» se reconoce fácilmente a ciegas.

Los viñedos de la finca están muy alejados unos de otros. Es una de las claves de la calidad de nuestros vinos. 15 kilómetros hacia un lado, 12 kilómetros hacia el otro, es el precio que hay que pagar para producir uvas excepcionales para vinificación.

Esto no va a cambiar en el futuro. Los terruños graníticos de Bélesta y de Lesquerde, a más de 30 kilómetros, reservan auténticos tesoros. Nuestros ancestros iban al viñedo a pie, y solían andar más de una hora y media en la noche. Entonces, ¿por qué no podremos hacer, nosotros, 45 minutos en tractor o en camión?

Los japoneses aconsejan «pensar al revés». Es más fácil decirlo que hacerlo. El hecho de que las distintas parcelas estén alejadas, no simplifica las tareas ni reduce costes. Pero, en la vendimia, aparece una maravillosa variedad de gustos y niveles de madurez. Todo parece más claro, el cansancio y los problemas del año quedan atrás.

Sobre la llanura caliza donde los vientos soplan más de 250 días al año, nuestros predecesores priorizaron la garnacha blanca. Las viñas tienen más de 100 años, y su longevidad y la calidad de sus raíces demuestran que el instinto no les falló.

Geología y exposición son dos factores esenciales para comprender un terruño, al menos, si el objetivo es sacar de él un vino único, armonioso, que permita vivir una simple emoción o una experiencia existencial. Pero «la historia» de la viña es lo mismo. Ya que tuvimos la suerte de heredar viñas viejas, siempre tratamos de saber quién las plantó, con qué recursos técnicos, en qué época, por qué motivos y en qué contexto económico y cultural. La viña es una prolongación de una historia «familiar» que, sola, da las claves para comprender cada terruño y determina las acciones que hay que llevar a cabo. Al genotipo (suelo, subsuelo, preparación, calidad genética de la plantación) se añade el «fenotipo», conjunto de características adquiridas a causa del clima y la acción humana, tanto para bien como para mal. Solo integrando este concepto gestáltico de asociación entre un lugar, una planta y el hombre, es que el terruño cobra todo su sentido.

En estas tierras negras que parecen una playa de Tahití, las raíces de Syrah llegan a lo más profundo y encuentran nutrientes e hidratación regular. Cálidos y precoces, en estos terruños, la fecha exacta de madurez se juega día a día.

¿Es necesario que la viña tenga que sufrir para expresarse? Los terruños más pobres, las viñas más miserables, los viticultores más cansados, ¿producen los mejores vinos? Eso creía yo hace quince años. Hoy en día, no pienso lo mismo. Es cierto, hoy más que nunca, creo que los rendimientos bajos son la piedra angular de los grandes vinos de guarda. Pero si pensamos en un vino para el almuerzo, el fin de semana, un vino de todos los días, festivo, delicioso por el brillo de la fruta y la juventud, unas viñas saludables, con nutrientes equilibrados y una alimentación hídrica regular, están en condiciones de producir vinos que todos pueden comprender, aptos para complacer rápidamente. Para mejorar aún más la fruta y la tensión de Les Sorcières, en 2011 «adoptamos» un nuevo terruño en Espira de l’Agly. El resultado de vinos llenos de energía y de fruta supera nuestras expectativas, y se ensamblan en forma ideal con garnachas viejos y cariñena de laderas.