2001

Ese año, más de 1500 horas de trabajo en verde nos permiten esperar la madurez de los racimos con relativa serenidad. Sergio se une al equipo, toma la viña a su cargo y nos aporta la experiencia y el instinto de quien nació en ella. También llega el tractor, mucho antes de lo que pensábamos, en el momento justo para preparar las nuevas plantaciones (1 hectárea de syrah y media hectárea de monastrell por selección masal). Nos despedimos del motocultor y de la carretilla Solo. En verdad, nadie los echará de menos por lo pesados de manejar. Sin embargo, nunca nos desprenderemos de los atomizadores de espalda y a motor, irreemplazables en las viñas empinadas.

Con cuatro personas trabajando en horario completo, más algunos temporeros, para 10 hectáreas de producción, llegamos a la proporción lógica de una explotación que aspira a la excelencia. Por fin, encontramos en el pueblo una pequeña bodega para alquilar, destinada a las barricas, y también compraremos la segunda bomba peristáltica: qué pena, seguiremos con el Saxo… El riesgo es cada vez más mayor. Sin embargo, un solo pensamiento sigue animando nuestro objetivo: hacer vinos mágicos…