1998

Consejos, pruebas, búsqueda de un estilo, discusiones y debates sin fin, los primeros vinos de la finca son un milagro de amistad, de atención y, sobre todo, de solidaridad, palabra que aún significa algo en el mundo del vino.

Actualmente, suelo dudar si hablar de la primera añada de Le Clos des Fées, ya que nadie parece creerme. En el fondo de una bodega que me prestó un amigo, a veces podíamos desgranar la uva recién cuando él mismo había terminado su jornada. Recuerdo cuatro cubas pequeñas de resina, una bomba que parecía recién salida de una tienda de segunda mano, telas para queso y la fuerza de nuestros brazos como únicas herramientas para prensar la uva, y el palo de un rastrillo para el bazuqueo. Había pocos racimos, algunos procedentes de viñas abandonadas. Recuerdo largas horas de selección, algo bastante lógico, dada mi poca experiencia en viñedos. Si bien teníamos mucho cansancio y un poco de desesperación, algunas noches, también teníamos una buena dosis de alegría, pasión e inconciencia. 1998 fue un año cálido y seco, y así pudimos poner en práctica nuestras ideas y nuestros métodos, nuevos en la región, elaborando vinos. De inmediato, sedujeron a quienes los probaron y nos mostraron el camino a seguir: perseverar, continuar.