2006

Nos enteramos de que practicamos el «Kaisen» japonés sin darnos cuenta. Un amigo que vino a visitarnos nos explica que sus principios están basados en «la mejora progresiva y constante de minúsculos detalles, esperando lograr un producto que satisfaga al cliente más exigente». Ese año, cambiamos toda la maquinaria para cultivar, es decir, los tres tractores, y preferimos que las herramientas fueran adecuadas para nuestras viñas viejas, y no lo contrario. En el camino a la excelencia, cada detalle es importante. Un nuevo colaborador se integra al equipo, y la superficie del viñedo roza las 30 hectáreas tras la compra (poco razonable) de un viñedo abandonado de Garnacha vieja que todos trataremos de salvar con uñas y dientes durante más de dos meses, a pesar del viento y las temperaturas glaciales. Invierno frío y lluvioso, desborre tardío, no llovió entre mayo y mediados de septiembre, vendimias a prueba de nervios en las que había que arriesgarse constantemente. Vinificamos con paciencia para extraer con suavidad, produciendo vinos concentrados y potentes cuando salen de la cuba. La crianza se ocupa del resto. Año memorable para las setas.